febrero 14, 2023 0

¿Qué pedimos los ciudadanos a nuestro modelo alimentario? Repensando la Estrategia “De la granja a la mesa”

Qué valoramos al comprar alimentos los consumidores de la UE

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha publicado un estudio (Eurobarómetro) realizado en la primavera de 2022 (marzo-abril) que refleja las percepciones y actitudes de los europeos hacia la seguridad alimentaria y qué factores tienen en cuenta cuando compran alimentos.

De los más de 26.500 ciudadanos de todos los países de la UE que participaron en el estudio, el 54% señaló como lo más relevante al elegir alimentos el coste. El sabor va en segundo lugar (51 %), seguido de la seguridad alimentaria y el origen (ambos 46 %) y el contenido de nutrientes (41 %). El impacto sobre el medio ambiente y el clima (16 %) y la ética y las creencias (15 %) ocupan los últimos lugares.

La importancia del precio en la decisión de compra ha aumentado en 21 Estados miembros de la UE desde 2019, y en 23 países es menos probable que los encuestados mencionen la seguridad alimentaria que en 2019. Evidentemente, nuestras percepciones y experiencias cambian con el tiempo y se adaptan al contexto del momento.

Además, cada país tiene sus particularidades. Para el 63% de los españoles, el coste es el primer factor de elección de los alimentos (9% más que la media de la UE), seguido del sabor (52%), la seguridad alimentaria (51%) y el valor nutricional (45%), por delante del origen geográfico (41%), de su impacto medioambiental -por ejemplo, la huella de carbono- (10%), y de sus principios éticos y creencias -la religión o el bienestar animal, entre otros-, que solo cita el 5%.

El precio y el sabor crecen en importancia respecto a la encuesta realizada en 2019 un 3 % y 2%, respectivamente, de media en la UE; y un 5% y 7% en España. Las diferencias más acusadas entre los españoles y la media de ciudadanos de la UE son la mayor relevancia del precio, la seguridad alimentaria y el contenido nutricional en nuestro caso. Al contrario que a los aspectos medioambientales (un 6% menor en España que en la UE) y los éticos, como el bienestar animal (un 10% menos en nuestro país).

Las prioridades de los consumidores de 2022 quedan claramente expuestas en el Eurobarómetro de EFSA sobre seguridad alimentaria. El propio director de la EFSA, Bernhard Url, afirma: «Han ocurrido muchas cosas desde la última encuesta que realizamos en 2019, entre ellas una pandemia mundial y el estallido de la guerra en Europa. Tales acontecimientos tienen consecuencias dramáticas y, como era de esperar, observamos que el aumento del coste de la vida está afectando más que antes a la elección de los alimentos por parte de muchos europeos.”

La estrategia alimentaria de la Comisión Europea

La Comisión Europea está en pleno desarrollo de su Estrategia “De la granja a la mesa” -Farm to Fork- para un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente presentada en 2020. Descrita como “un nuevo enfoque integral sobre cómo los europeos valoran la sostenibilidad alimentaria”, se apoya en que “las personas prestan cada vez más atención a los problemas ambientales, de salud, sociales y éticos y buscan valor en los alimentos más que nunca”. Son las premisas que orientan la revisión de las normas sobre la producción y comercialización de los alimentos que entrarán en vigor en los próximos años. Pero no parecen muy alineadas con las preferencias y valores actuales de los ciudadanos, que han evolucionado.

Podemos entender que en momentos de incertidumbre económica o sanitaria la mayoría de los ciudadanos no tengan entre sus prioridades máximas la protección del medio ambiente, pero sí deben hacerlo las administraciones, para asegurar la continuidad de la producción agroalimentaria y reducir los riesgos del cambio climático, la principal amenaza para la disponibilidad de alimentos en el futuro próximo. La clave es la sostenibilidad, que pasa a ser uno de los pilares de la política alimentaria en la UE. Y que la Comisión Europea vincula directamente con el desarrollo de la producción ecológica, de los sistemas extensivos o del bienestar animal, entre otros elementos detallados en la Estrategia.

La Comisión lo explica así: “Existe la necesidad urgente de reducir la dependencia de plaguicidas y antimicrobianos, reducir el exceso de fertilización, aumentar la agricultura ecológica, mejorar el bienestar de los animales y revertir la pérdida de biodiversidad”. Aplicar estas medidas supone un significativo aumento de los costes, principalmente por la pérdida de eficiencia (se requieren más recursos -suelo, pienso, animales o trabajo- para producir menos alimentos, y serán más caros). No olvidemos que el llamado Modelo Europeo de Producción ya impone normas con importantes avances sobre el bienestar animal, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad, las más exigentes del mundo.

Recuperar los objetivos esenciales de la PAC

La carestía de las materias primas, exacerbada por la guerra de Rusia contra Ucrania, y vinculada a la disponibilidad de alimentos y energía, ha hecho mella no solo en nuestra economía, sino también en la percepción social sobre la agricultura, la ganadería y la alimentación. La Unión Europea queda debilitada como potencia económica y alimentaria en este contexto. Y debe replantearse su estrategia.

La realidad es que los alimentos no están tan disponibles ni son tan baratos como antes y que es arriesgado depender en exceso de terceros países en suministros vitales para comer cada día. El ejemplo de la actual crisis de abastecimiento de energía en Europa y cómo impacta en nuestras vidas nos da motivos para la reflexión. Y nos retrotrae a los fundamentos de la Política Agrícola Común (conocida como PAC). El Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea (1957) estableció los objetivos de la PAC aun hoy vigentes: incrementar la productividad de la agricultura, asegurar un nivel de vida equitativo a los productores, estabilizar los mercados y garantizar su abastecimiento, así como el suministro de alimentos a los consumidores a precios razonables.

Tras los exitosos años en que la PAC fue motor de crecimiento de la productividad agropecuaria y logró alimentar no solo a la población europea, sino exportar a otros países, la UE dejó de promover la producción con los fondos agrícolas europeos. La globalización era la solución para abastecer de productos (entre ellos, materias primas y alimentos), al mundo, gracias a unos mercados interconectados y competitivos y a una Organización Mundial del Comercio (OMC) que rechazaba esas ayudas.

Ahora la situación es otra y vuelve a reivindicarse en Europa la “disponibilidad” como parte esencial de la seguridad alimentaria, y la autosuficiencia como objetivo (¿será por casualidad que el Ministerio francés de Agricultura añade ahora en su nombre “y de la soberanía alimentaria”?).

La propia Comisión Europea ha tenido que elaborar un año después de publicar su Estrategia “De la granja a la mesa” un  Plan de Contingencia para garantizar el suministro de alimentos y la seguridad alimentaria en tiempos de crisis, en respuesta a algunas vulnerabilidades detectadas en la cadena alimentaria de la UE que preocupan y deben afrontarse.

 

Redefinir la Estrategia “De la granja a la mesa”

Es evidente que la Estrategia “De la granja a la mesa” surgió como política alimentaria con una visión del “primer mundo”. Refleja las prioridades y aspiraciones de una sociedad próspera sobreabastecida. Los ciudadanos, mayoritariamente urbanos, pueden pagar más por alimentos diferenciados y que cumplan sus expectativas, y la Estrategia es un modelo a su medida.

Tras su publicación, varios estudios advertían de que la Estrategia llevaría a una menor producción de alimentos en la UE (1) (2), con impacto más allá de su territorio, en países de todo el mundo. Es la consecuencia de dejar a un lado la productividad, la disponibilidad y la eficiencia y apostar por un modelo más ecológico y por una producción extensiva, familiar, de proximidad, con los (en teoría) máximos estándares ambientales y de bienestar animal. Usar más recursos para producir menos no es más sostenible y arriesga la viabilidad económica de buena parte del sector primario, que alimenta a la población de la Unión Europea y de otros países, con los que perderá competitividad. También encarece la cesta de la compra, lo que ahora es relevante, sin aportar ventajas tangibles (más allá de la forma de producción), en calidad nutricional o seguridad de los alimentos. En definitiva ¿avanzamos en la dirección correcta?

Tenemos la responsabilidad y estamos a tiempo de reorientar la Estrategia “De la granja a la mesa” de la Unión Europea para los próximos años incorporando la realidad de hoy, fruto de varias crisis superpuestas, al proceso. La política alimentaria debe ajustarse manteniendo como objetivo a medio y largo plazo la protección del medio ambiente. Y debe evaluar además el posible impacto en los ciudadanos, territorios o actividades más vulnerables por sus condiciones socioeconómicas, capacidad de desarrollo o de adaptación. Entre otros, en muchos productores agrícolas y ganaderos, pequeños y medianos empresarios familiares en áreas rurales de toda Europa que se debaten a menudo entre mantener su actividad o abandonarla por falta de incentivos y exceso de requisitos obligatorios que añaden costes que no se compensan con los precios de venta. La Estrategia debe contar con ellos.

Los consumidores quieren alimentos producidos con estándares europeos a un precio razonable. Y el sistema agroalimentario de la UE, que cubre una necesidad esencial de nuestra población, tiene que suministrarlos y, al mismo tiempo, ofrecer un modo de vida digno, apoyo y protección jurídica y reconocimiento social a los profesionales que lo integran. Una política alimentaria bien diseñada equilibra las necesidades de todos los actores del ecosistema agroalimentario para que funcione sin tensiones y de forma sostenible. Solo así se puede mantener un tejido productivo agroalimentario que cumple un papel insustituible: alimentar a los ciudadanos, además de gestionar el territorio, generar riqueza y desarrollo y proteger el medio ambiente. Servicios que los agricultores y ganaderos realizan casi en exclusiva en el entorno rural, y que a menudo no están remunerados. La estrategia alimentaria de la UE tiene que defender la continuidad de este tejido por el bien de todos los ciudadanos, y atender a las necesidades de los consumidores, de los operadores alimentarios y de nuestro planeta.

Artículo elaborado por ASEPRHU publicado en la plataforma Realidad Ganadera


  1. Economic and Food Security Impacts of Agricultural Input Reduction Under the European Union Green Deal’s Farm to Fork and Biodiversity Strategies, EB-30, U.S. Department of Agriculture, Economic Research Service. Beckman, Jayson, Maros Ivanic, Jeremy L. Jelliffe, Felix G. Baquedano, and Sara G. Scott. November 2020.
  2. Europe’s Farm to Fork Strategy and Its Commitment to Biotechnology and Organic Farming: Conflicting or Complementary Goals?. Purnhagen, Kai P.; Clemens, Stephan; Eriksson, Dennis; Fresco, Louise O.; Tosun, Jale; Qaim, Matin; Visser, Richard G.F.; Weber, Andreas P.M.; Wesseler, Justus H.H.; Zilberman, David
    Source Trends in Plant Science 26 (2021)6. – ISSN 1360-1385 – p. 600 – 606.

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